Como hondureño creo que el cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una realidad que estamos pagando todos los días. El mejor ejemplo lo vivimos cada vez que hay una sequía prolongada en el Corredor Seco: los precios del maíz y los frijoles se disparan, y eso lo sentimos directamente en nuestra mesa y en nuestro bolsillo.
Pero lo más grave es la paradoja: de repente, unos meses después, llegan lluvias torrenciales que se llevan los pocos cultivos que lograron sobrevivir. Eso no es solo ‘mala suerte del clima’; es el patrón disruptivo que los científicos han advertido.
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